Alguien le regaló un techo brillante de
estrellas, que fue algo más que plateado cielo nocturno, pestillos abiertos,
base en olvido de los sin cerrojos palpitantes, inquieta vuela, liberada. Sin
reconciliar su esencia, gaviota de poder grupal, ve los grises rojos. Circula
absoluta, desmesurada sonrisa de diosa inconclusa, elixir inherente, desidia. Y
dicho así, solo dibuja una de las referidas etapas, pues no hubo infinitud en
nada, se conjugaron los tiempos compuestos de ciclos efímeros, se huele la sal
y no hay viento marino, es necedad. Hay soledad y orgullo escénico.
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