viernes, 14 de octubre de 2016

La dama imperceptible


Cautivaba las floraciones con su aliento de pertenecida primavera, con las sílabas de su voz dejaba escurrir las aguas por los íntimos cauces de una solemne y perturbadora nostalgia. Permanecía insobornable, dolorosamente ausente, como el frío cristal de un cuarzo subterráneo. Para no despertar deseos, nunca quiso sobrevivir a las madrugadas. Sucedió encriptada, se me fue apareciendo de a poquito por la orilla más lejana del atardecer, desvestida de luces y sombras, siempre nítida, pero encapsulada y solemne en un vaho que la aislaba del otoño. Todo en ella fue inconcluso.


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