Su silueta se diluyo al contraluz
desesperado del ocaso, se fue yendo como caminando por el borde de un
acantilado, sin una sombra que la perpetuara en la memoria. Fugitiva, la busqué
por todas las oquedades que habitó en sus destierros. Deshojé sus recuerdos y
mis libros, pero no fue habida. Mariposa vengativa, concibió un complejo e
intraducible lenguaje de sigilosos pájaros nocturnos para que sus mensajes me
sorprendieran a cualquier hora de la noche, decían palabras codificadas que
siempre significaban amor, o pena, o desencanto. Y ese fue mi escarmiento.
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