Un techo brillante de
estrellas, que fue algo más plateado cielo nocturno, casi un regalo de lejana
visión, la venida de un nuevo cielo, y ciertamente hay uno ahora. Pestillos
carcomidos, base en olvido, los sin cerrojos palpitantes, inquieta alza vuelo.
Liberada, cuando el sol muere en todas sus épocas renace. Otra vez en su
eclipse ignorando la faz sin reconcilio con la esencia, mira el reverso, como
cruz clavada, se rinde un entorno lisonjero a la gaviota de poder grupal, que
hace rojos los grises. Absoluta circula, con desmesurada sonrisa.
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