Por vos consentido me voy
contorneando el pálido fulgor carnal de tu cuerpo, de los claros fragmentos de
tu piel habituada a la luz virginal del plenilunio, de los instantes de un
sueño que va desde de tus manos con sus metales circulares y sus rojas uñas que
rasgan la superficie fluctuante de mis deseos, hasta la provocativa osatura tus
pies. Pero siempre vuelvo al intenso rosado de tus labios y al perfume
escondido en tu pelo para seguir soñándote por mi solitaria noche, donde sé que
ya no te veré.
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