Estaba en la oficina, salí al patio a tomar un café y
fumar un cigarrillo, llovía finito como suspiro de pebeta soñadora. El ginko de
enfrente se iba haciendo oros en su otoño a destiempo, mientras la bugambilia
vivía en sus rojos aun su propia primavera. De pronto arreció la lluvia, se
vino intensa como hembra tanguera, tamborileaba
fuerte sobre el techo de zinc, y ahí me entró la nostalgia. Quise entonces
hundirme en tu regazo, vivir el resto del día entibiado en tu cuerpo para huir
de este frío ahora.
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